Sunday, April 09, 2006

Paisaje humano de la Capadocia


Por momentos al extranjero le parecía estar contemplando un paisaje de los Monegros aragoneses: colinas de blanca arenisca motejados de arbustos grisáceos. Aquí y allá, distribuídos con moderación, las flores blancas y rosas de un cerezo daban algo de alegría.

La nieve cubre completamente la Capadocia durante tres o cuatro meses, los cambios estacionales son repentinos y las lluvias, torrenciales. Numerosos ríos subeterráneos, algunos de agua a 60 grados, recorren el subsuelo. Estos factores han provocado una erosión constante del suelo volcánico de lava y tufa.

Las lenguas de tierra roja y amarilla, deshaciéndose en tiempos diferentes conforman un paisaje intenso y caprichoso, uno de los más fascinantes sobre la faz del mundo.

En el centro de Capadocia los pueblos experimentaban una expansión impresionante hecha de sangre fresca, bombeada por los ladrillos y el turismo. Nuevas casas y nuevos hoteles crecían a ritmo acelerado mientras que las gallinas, mobiliario urbano del resto de la Anatolia Central habían desaparecido o se cobijaban en extraños baluartes de rocas y cuevas –las casas más pobres- como refugiados griegos. Algunos rebaños de ovejas ramoneaban entre los cascotes de los edificios, compuesto de un sustrato que quién sabe si no formará parte de las futuras figuras mágicas en próximas erosiones.

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